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martes, 9 de noviembre de 2010

Revolución y caricatura: La dirección de los cambios

Dr. Antonio Fuguet Smith.

La experiencia vivida en las pasadas elecciones en Venezuela nos indica el principio del fin de este régimen de descalabros institucionales. Para poder sobrevivir, aparentando un margen de logro frente a la oposición, hicieron del fraude un proceso válido, por medio de la legislación electoral. Inventaron una nueva matemática que, como dice Zapata (29/09/10), nos lleva a concluir que “la verdadera revolución es en las matemáticas electorales”. Tal legislación les permitió organizar Estados de menor población con un mayor número de diputados y circuitos electorales manipulados a su antojo y con ello, obtener un mejor producto final. Todo esto en un paquete que contiene: ventajismo, amedrentamiento, movilización con recursos de las instituciones del estado, dilación de los cómputos, encerronas y otros “posesos” que constituyen una cultura de participación macabra.


No se reconoce la derrota o mejor el éxito de los opositores, hecho que demuestra incapacidad e inmadurez democrática. En consecuencia, esa incapacidad los lleva a manifestar que seguirán ejerciendo el poder a su antojo y desconocer la voluntad popular de elegir otros voceros y representantes. Esto es falta de inteligencia, sentimiento, compromiso, racionalidad y experticia. Estos conceptos pudiesen orientar una nueva visión de lo revolucionario. He venido planteando en mis entregas anteriores que lo que tenemos en una revolución que ha generado una gobernabilidad de caricatura. Lo caricaturesco, de por sí, no tiene nada de malo, especialmente si viene de Cartoon Network, Hannah Barbera, Cantinflas, Chaplin, Zapata, Radio Rochela y otros que nos hacían y hacen ver la realidad mofándose de ella. Mi propósito no es hacer burla sino llamar la atención de los gobernantes para que ejerzan con capacidad y buena voluntad, el servicio público. Se es caricaturesco cuando se habla de innovación y no se tiene idea de ello.

Hemos pasado por una década de errores. Recordemos: las invasiones, las expropiaciones, los gallineros verticales, los huertos hidropónicos, el vergatario, las cooperativas fantasmas, la compra de chatarra bélica, el apoyo a las guerrillas y otros grupos terroristas, el debilitamiento de las instituciones del Estado Venezolano, entre otras no menos importantes. Cabe destacar los grandes recursos gastados en materia de educación y sus logros han sido pocos, especialmente en lo relativo a la calidad, que también es un derecho igual al de la cobertura y la prosecución. Sobresalen desaciertos como la LOE - la que dedica más artículos a la prohibición que a una conceptuación adecuada de lo innovador y transformador- y las ya olvidadas guerrillas escolares. Ahora nos hablan de los Círculos Bolivarianos Infantiles. ¡Qué caradurismo!

Creo que nos encontramos en un escenario que requiere de cambio de dirección en los planteamientos de la revolución bolivariana o “bonita”, como ellos la han denominado. Cambio de dirección significa buscar otros principios, concepciones o fundamentos revolucionarios y por supuesto, cambio en la dirección ejercida por los gobernantes y, especialmente, cambio de ellos. En función de esto, he venido meditando que lo revolucionario no tiene nada de malo. Recordemos a los Beatles con sus dos versiones de su composición denominada “Revolution”, también a Bob Dylon, con su tonada de “forever Joung”. Se diferencian sólo en el tiempo del arreglo musical. Desde esta perspectiva, entonces, innovación revolucionaria es hacer en menos tiempo, la gestión de calidad gubernamental, con el menor esfuerzo y costo posible y con el impacto deseado que logre el bienestar de la población, sin acomplejarla, vejarla y desconocerla.

Si observamos la complejidad en que vivimos por los procesos globales y el desarrollo del conocimiento, la tecnología y con ello, la comunicación, se hace prácticamente imposible imponer una ideología y una revolución. O más bien pensar en una sola vía revolucionaria, a la
que normalmente se le da una connotación política y estatista. Sin embargo, podemos pensar en revoluciones, que toquen la fibra y el perfil del sujeto, de sus competencias y principios. Principios que moldean su conducta ciudadana y profesional, amparada en una ética universal. Así que podemos concebir más de una revolución que lleven a construir mejores realidades desde la persona, o sea desde el sujeto.

Ahora bien y considerándose lo dicho anteriormente sobre la faltas de esta revolución de caricatura, falta de inteligencia, sentimiento, compromiso, racionalidad y experticia, presento a la consideración del País una nueva visión revolucionaria, a fin de que en escenarios de reflexión madura, se discutan algunos idearios que, modestamente considero, pudieran indicar la dirección de los cambios y lograr una más y mejor democracia para nuestra patria, desde la formulación de un nuevo sujeto-ciudadano.


Estos idearios se concretan, didácticamente, en cinco postulados complementarios que llamo revoluciones. Ellas son: la revolución del pensamiento, la revolución del sentimiento, la revolución del compromiso, la revolución de la racionalidad y la revolución de la experticia.

  • La revolución del pensamiento: como el desarrollo de altos niveles de habilidades de pensamiento, el pensamiento sistémico y creativo, el de visión de globalidad e integración.
  • La revolución del sentimiento: sentimientos como motores de acción, incluye áreas que van desde la identificación y sensibilidad social hasta el de la transcendencia y esto nos lleva al escenario de las inteligencias múltiples, especialmente la emocional.
  • La revolución del compromiso: la entrega según creencias, el logro de metas de altura, de elevación, nos invita a realizar nuestro trabajo con gusto y pasión, nos lleva a ser los mejores.
  • La revolución de la racionalidad: la devenida del manejo racional de las estructuras conceptuales de las ciencias, humanidades y la tecnología, usadas con criterio de socialización, madurez, oportunidad y significación.
  • La revolución de la experticia: como obligación profesional de ser cuidadosos y responsables ante nuestros actos al aplicar nuestra experticia, paradójicamente lleva a que se nos respete y considere nuestra formación, experiencia y libertades de ejercicio del conocimiento.

Invito, pues, a los lectores a meditar sobre estos ideales y a crear espacios de reflexión-acción de cambio y transformación de Venezuela, desde estas revoluciones. En mis próximas entregas dedicaré un espacio a cada una de ellas.

Dr. Antonio Fuguet Smith.
Coordinador de la Línea de Investigación
En políticas Públicas e Innovaciones Educativas.
Doctorado Educación, UPEL-IPC.
afuguet@cantv.net
Noviembre, 2010.

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