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lunes, 3 de mayo de 2010

Educación y Democracia

La democracia y la educación mantienen una estrecha conexión. No puede desentenderse una de la otra. La democracia es el escenario donde conviven los individuos, y éstos deben hacerlo como ciudadanos, es decir, como sujetos responsables notablemente interesados por la cosa pública. La relación es tan estrecha que resulta impensable desvincularlas en el contexto de la realidad donde sus funciones necesariamente se complementan. Desde los griegos antiguos se ha considerado a esta conexión como la clave que justifica la permanencia histórica de ambas dimensiones sociales. Para Aristóteles, la polís debía cuidar las necesidades educativas de los ciudadanos, quienes debían poseer los conocimientos y habilidades imprescindibles para atender los requerimientos de la ciudad. Esa inquietud de los antiguos se ha mantenido hasta hoy, en un plano mayor de exigencias, pues las garantías y seguridades y los vínculos entre ellas se refuerzan desde la perspectiva de lo que debe ser, principio actualmente compartido por todos, el cual se expresa en la doble proposición: educar para la democracia y educar en democracia, que viene a ser lo mismo que educar para la libertad y educar en libertad. En esa doble propuesta se encuentra la clave de la democracia como una finalidad y a la vez como un medio de la educación, en una situación de coimplicación y condicionamiento mutuo.
Desde esta perspectiva se impone la necesidad de tomar medidas de tipo legal y estructural para propugnar una verdadera educación democrática como estrategia de desarrollo. La democracia más que ningún otro sistema político requiere de la educación.
La perfectibilidad de la democracia no es ya cuestión de revoluciones o de reformas radicales, sería más que todo avanzar mediante un reformismo consecuente, para ir transformando progresivamente la realidad, ajustándola a los nuevos tiempos, a sus exigencias actuales y siempre en función de la vida digna, de la vida buena para todos. Ciertamente, la democracia se autotransforma en la dirección hacia una verdadera democracia participativa, lo cual será posible si la misma ciudadanía está dispuesta a hacer valer su propia condición de dignidad, con todas sus implicaciones jurídicas, políticas y socioeconómicas, terreno en el que se puede hacer mucho desde todos los niveles del sistema educativo.
La educación debe orientar tanto la praxis política como la tarea educativa, inspirar la acción personal, la convivencia y la orientación necesarias que debe darse a la existencia humana. Este pensamiento humanista tiene un ineludible carácter universal, más no así sus diversos modos de expresión. La universalidad se explica en función de la convivencia humana más allá de fronteras nacionales o locales, porque es una exigencia tipificada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y porque además representa un mínimo ético requerido para la vida en el planeta. En lo personal representa la formación de ciudadanos críticos, tolerantes y solidarios, lo que hace posible el logro de una autonomía propia de cada sujeto en la formulación de juicios, valoraciones y toma de decisiones responsables.

Dr. Alberto Yegres Mago
Representante de la UPEL ante FAPUV

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