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miércoles, 5 de mayo de 2010

Revolución y caricatura

El país vive, en todos sus niveles, una situación que ya resulta insostenible. Un recorrido por los hechos más resaltantes de ese proyecto que se ha llamado la “revolución bolivariana” o “socialismo del siglo XXI”, obliga a realizar, a profundidad, una reflexión sobre esta caricatura revolucionaria que se desarrolla y se padece como autoridad omnímoda. Su característica clave ha sido la imposición, el deterioro de las instituciones democráticas, el igualar por debajo, menospreciar el trabajo y la excelencia. Esta revolución se ampara en una cultura de asalto. Asalto del Estado o promocionada por él. Se acompaña con una filosofía que reza que si la patria y el socialismo no son entendidos, según sus postulados y creencias, la alternativa es la muerte.

Esta cultura de muerte, no es virtual, es física, con dolientes. Se asesinan no sólo, políticamente hablando, a personas, instituciones y procesos, sino -y lo que es peor- a ideales, pensamientos y sentimientos. La visión parcializada sobre revolución, es un arma aniquiladora del futuro próspero y creativo que toda nación desea. Constituye, desde la profundidad epistémica, una venda en los ojos de la racionalidad y del sentido común, el menos común de todos los sentidos, porque no constituye un espacio social de bienes compartidos. Es como una parálisis paradigmática. Parálisis disfrazada de movimiento, pero movimiento, en fin, torpe, con dirección errónea cuyos resultados son contrarios a los ideales de una revolución audaz y socialmente bien conducida. Esta caricatura revolucionaria ha traído, por el contrario, desgracia, pobreza, desunión, desequilibrios, inequidad, corrupción, malversación y pérdida de la visión de futuro.

Es la patria - la nación y el ciudadano- la que a la larga sale perdiendo. La pérdida es tan grande que los intereses personales se anteponen a los colectivos, la venta de ideales, el dejar a un lado la instancia profesional, la experticia, la ética y el anotarse en la lista de los aduladores, revisten conductas más cónsonas con una falsa revolución que con una verdadera. Este tipo de revolución sobredimensiona no sólo del rol del Estado sino y, en forma particular, el de los gobiernos de turno, los que desean perdurar más tiempo en el ejercicio constitucional, o sea en el poder. Gobiernos que se apoderan de funciones que aniquilan los demás poderes públicos, centralizando y fiscalizando todo. Así, todo lo que se diga, informe y opine sobre él, será calificado como provocación a derrocamiento, intento de asesinato del jefe, terrorismo y otros que engendran encarcelamiento de ciudadanos, con procesos que violan todo tipo de derechos humanos y legales, como el de sometimiento a juicio.

En educación, por ejemplo, no se entiende cómo académicos dejan a un lado sus principios profesionales para apoyar decisiones de política pública educacional como el propuesto de las guerrillas escolares. Ya se ha hecho referencia en todo el país sobre lo ilegal y antipedagógico por politizar y enguerrillar a la escuela. En todos los sentidos – y en el más común de ellos – esta es una decisión contraria a toda norma civilizada, porque es: antilógica, antiestratégica, antidemocrática y, especialmente, anticurrícular. Lo peor es que voceros del régimen salen con cara dura a defender lo indefendible académicamente. No se dice toda la verdad a la nación cuando se informan que no es obligatorio y que no forma parte del currículum, porque está concebido como actividad extracurricular. Pero los docentes no nos comemos eso. Porque sabemos lo que hay detrás de ello.

Lo que hay detrás es un poner de lado experticia ante beneficios políticos o la demostración de ignorancia ante el estado actual de la disciplina curricular. En caso de ser extracurricular se estaría asumiendo una concepción de currículum como plan, llevándonos al siglo XIX de la disciplina o a inicios del XX. Hoy, o sea siglo XXI, se concibe currículum como la experiencia vital que el educando vive bajo el auspicio de la escuela para la construcción y reconstrucción del conocimiento y la experiencia. Esta concepción pone al cesto de la basura ontológica de la disciplina al término extracurricular, ya que todas las actividades de la tal guerrilla estarían siendo promovidas dentro de la vida escolar.

Los cerebros que idearon tal actividad escolar se olvidaron de conceptos asociados como currículum abierto y oculto. Al fin y al cabo la realidad es que se convertirá a la escuela en un espacio de persecución contra los que no se anoten en la lista. Clase de experiencia vivirán nuestros pequeños ciudadanos. Lo más deseable es que a ocultas, los docentes nos convirtamos en apóstoles para reorientar el proceso.

En resumen, esta no es la revolución que deseamos, en fin no es una revolución legítima. Es una caricatura de revolución, como caricatura es la guerrilla estudiantil comunicativa. Así que, para la construcción colectiva de una mejor Venezuela, debemos considerar a profundidad el norte que nos oriente en las decisiones políticas, sociales, económicas y educacionales, norte que pueda ser llamada revolución con una correcta dirección en
los cambios.
Se necesita escenarios de reflexión madura para la discusión de idearios que pudieran indicar esa dirección
esperada y lograr mejor democracia para nuestra patria. Idearios que postulen realmente el concebir y conducir revoluciones como el desarrollo de un profesionalismo de verdadera experticia y con una instancia ética irreprochable, la formación de una persona que sea creativa, inteligente y responsable y esto no se logra encerrándose en guerrillas sino abriéndose al mundo y al mundo de las ideas pertinentes. Meditar sobre estos ideales y crear espacios de reflexión-acción de cambio y transformación es la vía, para todos.

Dr. Antonio Fuguet Smith.
Coordinador de la Línea de Investigación
En políticas Públicas e Innovaciones Educativas.
UPEL-IPC.
afuguet@cantv.net

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